Una vida que vale

octubre 27, 2015

Recopilación

[A Life That Counts]

No es de necios dar lo que no podemos retener para ganar lo que no podemos perder.  Jim Elliot

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Desperdiciamos nuestra vida cuando no oramos, pensamos, soñamos, planeamos y trabajamos para engrandecer a Dios en todos los aspectos de la vida. Dios no creó para que viviéramos de forma que muestre la grandeza, belleza y valor infinito que Él posee. En el firmamento oscuro de este mundo, a la mayoría de la gente Dios le parece, si es que le parece algo, una diminuta luz en un cielo oscuro. Pero Él nos creó y nos llamó para que le hagamos parecer como quien realmente es. Ese es el significado de ser creados a la imagen de Dios. Debemos reflejarlo en el mundo como realmente es Él.

A veces a la gente le cuesta creer que, si existe un Dios, Él se interese por una mínima porción de la realidad conocida como la raza humana en el Planeta Tierra. Dicen que el universo es tan vasto que hace que las personas sean totalmente insignificantes. ¿Por qué crearía Dios algo tan microscópico como la tierra y los seres humanos y además se mezclaría con nosotros?

El trasfondo de esta pregunta radica en un error fundamental en la manera en que percibimos el universo. Lo que importa es la grandeza de Dios, no la insignificancia de la raza humana. Dios hizo a las personas ínfimas en un universo enorme para darnos un mensaje sobre Él. Y nos lo expresó para que lo aprendamos y disfrutemos: el mensaje es que Él es infinitamente grandioso y poderoso, sabio y hermoso. Cuanto más descubrimos a través del telescopio Hubble la incomprensible profundidad del espacio, más deberíamos maravillarnos de la grandeza de Dios. La desproporción entre nosotros y el universo es una analogía sobre la desproporción entre nosotros y Dios. Y con eso me quedo corto. Lo importante no es anularnos a nosotros, sino glorificarlo a Él.  John Piper[1]

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«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto»[2]. Desde luego es una extraña paradoja que la vida surja de la muerte. A menos que mueras, nunca vivirás verdaderamente. Y de igual manera, a menos que des nunca podrás recibir.

«Dad y se te dará». Pero, «si retienes más de lo que es justo, vendrás a pobreza»[3]. Estos estupendos versículos nos enseñan esta lección. Al igual que el final de ese versículo de la Palabra de Dios, la última línea: «queda solo». Esa es la soledad que conlleva el egoísmo, que si no estamos dispuestos a morir a nosotros mismos, solo nos aguarda dicha soledad. «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo». Por eso es tan limitada e insatisfactoria la vida egoísta.

Quienes viven tan pendientes de sí mismos y de su autocompasión, pensando que el universo gira alrededor de ellos, viven en la más completa soledad, y su vida se vuelve fútil y vacía.

Alguien dijo sabiamente que el paquete más pequeño del mundo es una persona envuelta en sí misma. Qué cierto es. ¡Cuán distinta es la vida del cristiano auténtico y dedicado cuyo ego ha muerto! Ha sido crucificado con Cristo, ha nacido de nuevo y es una nueva criatura. Pablo dijo: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí»[4]. Sin más egocentrismo ni motivaciones egoístas, sino motivado por Cristo. Él invierte la vida en intereses más sublimes, en la satisfacción que produce una vida entregada al prójimo. Se trata de dedicar nuestra vida a los demás en lugar de solo a nosotros mismos.

La promesa es que si muere, lleva mucho fruto. Esta nueva vida, gobernada por Cristo, sufrirá por los demás, es cierto. Se desgastará en el proceso, sangrará por el sufrimiento, pero cosechará abundantemente. Dará mucho fruto porque ha geminado en comunión con otros, fraternizando con Dios y en abnegación, lo que brinda sosiego, gozo y riquezas eternas.

Si estás sufriendo la soledad que nace del egocentrismo, la que se concentra exclusivamente en uno mismo, acepta este versículo de la maravillosa Palabra de Dios y pídele al Señor que te ayude a olvidarte de ti y pensar más en Él. Búscalo, entrégate a Cristo. Entrégale todo tu ser. Presenta tu cuerpo como sacrificio vivo, como dice ese pasaje: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios». Y añade que es un culto racional[5].

Un sacrificio vivo para que Él se acerque y permanezca, y viva Su vida a través de ti hasta que puedas decir con Pablo: «Cristo vive en mí». Entonces se cumplirá en ti el versículo de Colosenses: «Pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios»[6].

¡Eso sí es felicidad! Una vida útil. Cuando nuestro ego muere, alcanzamos un gozo que nunca habíamos conocido, ya que descubrimos cumbres más altas. Las cumbres más altas están en la vida con Cristo, no en la vida egoísta. Menos de nosotros y más de Cristo es la victoria.

Nada puede describir mejor la vida del cristiano, una vida escondida con Cristo en Dios. Creo que el tercer capítulo de Colosenses lo describe de maravilla: «Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con Él en gloria»[7]. La vida del cristiano es una vida escondida con Cristo en Dios. ¿No les parece estupendo vivir una vida escondida por encima de la confusión y los conflictos del mundo?

No nos tenemos que preocupar de lo que nos va a ocurrir cuando estamos tan decididamente en Sus manos y nuestra vida está escondida con Cristo Jesús.

¿Te has presentado delante del Señor últimamente y te has autoevaluado y te has preguntado cómo te verá Dios? Dios observa tu corazón y te habla y te permite verte como realmente eres.

Si evaluamos con franqueza cómo estamos podemos determinar si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Y tenemos la maravillosa promesa: «Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con Él en gloria»[8]Virginia Brandt Berg

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Dame amor que guíe mi ser,
fe que todo pueda vencer,
esperanza que no desmaya
y una enorme pasión halla.
Que no merme y me quede sin voz,
hazme tuya, oh llama de Dios.

Amy Carmichael

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Sé como Moisés, que puso la mirada más allá de este mundo, porque veía a Jesús y tenía un ojo puesto en la eternidad y sus grandes recompensas. «Porque consideró las riquezas de Cristo mayores que las riquezas de todo Egipto»[9]. La nación más grande y poderosa de la tierra en aquel tiempo, de la cual podía haber llegado a ser faraón, no se podía ni comparar con Cristo.

«Tuvo por mayores las riquezas de Cristo que las de este mundo, porque tenía puesta la mirada en el galardón», mucho mayor que todas las riquezas del mundo entero juntas, y todos sus egoístas placeres e intereses. Por eso, «escogió antes ser maltratado con los hijos de Dios que gozar de los deleites temporales del pecado»[10].

«Solo una vida, que pronto pasará. Solo lo que hagamos por Cristo perdurará»[11]. ¿Qué haces tú? ¿Para quién? ¿Perdurará por la eternidad para Jesús y los demás?

¿Dedicaste hoy las horas tan valiosas del día al Señor y a los demás? ¿Para la eternidad? ¿Cómo le responderás a Él si ahora estás desperdiciando tu vida al vivir para ti mismo y por nada? ¡No desperdicies otro día! ¡Es mejor morir por algo que vivir —y morir— por nada!  David Brandt Berg

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De mi prisión, tristeza y dolor
a la libertad, alegría y amor.
Aquí estoy Jesús.
De mi enfermedad a Tu sanidad,
de mi carencia a Tu riqueza.
De mi pecado a Tu presencia.
Aquí estoy Jesús.

De mi vergüenza y mis pérdidas,
aquí estoy Jesús.
A la grandeza gloriosa de la cruz,
Jesús vengo hacia Ti.
De los dolores de este mundo hacia Tu paz,
de las tormentas Tú me librarás.
No más desaliento, ahora contento…
Jesús aquí estoy.

De mi cansancio y vil arrogancia,
Jesús aquí estoy, Jesús aquí estoy.
Hacia Tu suprema voluntad,
Jesús aquí estoy.
Ya no por mí, ahora en Tu amor.
De mi desespero a Tus éxtasis voy.
Me elevo cual ave hacia el sol,
Jesús aquí estoy.

Ya sin temores y miedos constantes,
Jesús aquí estoy.
Hacia Tu gozo y la luz de Tu amor,
Jesús aquí estoy.
De ese profundo dolor y pesar
hacia Tu paz y Tu bienestar.
Para siempre Tu gloriosa faz vislumbrar,
Jesús aquí estoy.

Adaptación del himno «Jesus I Come», de William T. Sleeper, 1887

Publicado en Áncora en octubre de 2015.


[1] Don’t Waste Your Life (Wheaton: Crossway, 2003).

[2] Juan 12:24.

[3] Lucas 6:38; Proverbios 11:24.

[4] Gálatas 2:20.

[5] Romanos 12:1.

[6] Colosenses 3:3 NVI.

[7] Colosenses 3:1–4 NVI.

[8] Colosenses 3:4 NVI.

[9] Hebreos 11:26.

[10] Hebreos 11:25.

[11] C. T. Studd.

 

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