octubre 21, 2015
Para mí una de las mejores maneras de mantener a Dios como parte de mi vida diaria es leer la Biblia. En mis inicios como cristiana me fascinaba este versículo: «El que me ama, obedecerá Mi Palabra, y Mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él[1].
Piénsenlo. Dios promete colmarnos con Su presencia si nos comprometemos a leer y obedecer Su Palabra. Una vez alguien lo expresó así: «La Biblia es el único libro que cuando lo lees, el autor se aparece.»
Sin embargo, he descubierto que es importante darle tiempo al autor para que se aparezca regularmente. En una época abría la Biblia donde fuera y la leía, pero era como dejarlo al azar. Entonces entendí el valor de leerla con un plan y metas diarias. Hay muchos planes de lectura en la Internet. Yo utilizo uno que diseñó Rober M´Cheyne en 1842[2]. Con su plan se lee toda la Biblia en un año a cuatro capítulos diarios.
Cada uno tiene costumbres diferentes en relación a sus lecturas devocionales, en mi caso, lo mejor es leer cuando inicio el día. Lo primero que hago en la mañana, café en mano en un lugar tranquilo, es tomar unos minutos para pensar en cinco o diez cosas por las que estoy agradecida. Iniciar el día con pensamientos positivos y espíritu de alabanza me ayuda a sintonizarme bien con Dios. Luego leo la Biblia siguiendo mi plan de lectura. Cuando no tengo mucho tiempo en la mañana, escribo los cuatro capítulos que me tocan ese día. Tengo una aplicación de la Biblia en mi teléfono y, como uso transporte público, aprovecho para leer. No siempre puedo leer los cuatro capítulos del día, pero al menos tengo la meta en mente.
El peligro de un plan de lectura es que puede hacerse muy rutinario, algo más que debemos tachar de la lista de quehaceres. Pero si la meta es que aparezca el autor, hay que dedicar tiempo. Leer un capítulo de la Biblia solo para terminarlo se puede comparar a cruzar un lago en una lancha rápida. Mientras que tomarse el tiempo para leerla despacio y reflexionar en lo que hemos leído es como cruzar el mismo lago navegando en un barco con fondo transparente. Son impresionantes los tesoros escondidos y las bellezas que aparecen debajo de la superficie. Orar antes de empezar a leer me ayuda a no hacerlo al estilo «lancha rápida».
Lo que también me ayuda cuando leo la Biblia es resaltar los textos que me llaman la atención. Y luego recopilo preguntas para «entrevistar» al Espíritu Santo sobre ese pasaje. Las siguientes preguntas son de un libro llamado Spiritual Disciplines for the Christian Life (Disciplinas espirituales de la vida cristiana), de Donald Whitney:
Cuando dedico tiempo a pensar sobre algún versículo que me gusta y me formulo algunas de las preguntas anteriores, descubro que esos versículos me acompañan durante el día. No cabe duda que es mucho mejor que pensar en el último programa de TV o en la última película que he visto.
El rey David dijo: «Siempre tengo presente al Señor; con Él a mi derecha, nada me hará caer»[3]. Muy cierto. Cuando me nutro con unos bocaditos frescos de la Palabra de Dios en la mañana, no me veo tan afectada (sacudida) por los eventos preocupantes que ocurren ese día. Me tomo con más calma situaciones que normalmente me desorientan. Eso me hace sentir muy bien.
De hecho, por eso agradezco esta rutina de lectura. Siento que cuanto más tiempo dedico a leer la Palabra de Dios, más me acerco a Jesús y tengo la esperanza de que me hago más como Él.
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