septiembre 22, 2015
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. Por eso en la sinagoga discutía con los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían a la plaza. Hechos 17:16–17[1]
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La eficacia de la labor de evangelización de Pablo no es solo consecuencia de un llamamiento divino, sino también de una planificación esmerada. Un principio importante que Pablo aplicaba a las personas que lo escuchaban era enseñar lo que desconocía por medio de lo conocido. Si intentamos comunicar algo nuevo y empezamos con un concepto desconocido, es casi seguro que confundiremos a los que nos escuchan y al partir no habremos logrado que tengan interés. En cambio, si empezamos con algo que ya es conocido y cuidadosamente edificamos un puente hacia lo desconocido, es probable que consigamos que las personas tengan interés y entiendan lo que decimos.
Pablo buscó un punto de partida común sobre el que podría construir un puente que llevara a los que lo escuchaban de un territorio conocido a las verdades desconocidas del Evangelio. […] En el pasaje de las Escrituras en que Pablo predica en la sinagoga, establece un vínculo con los judíos que escuchan al dirigirse a ellos como descendientes de Abraham y empieza a hablar de la espectacular liberación de Egipto dirigida por Moisés; todo eso lo conocían muy bien. A un grupo de mujeres en Filipos, que adoraban a un Dios que no conocían, Pablo se une a ellas y les presenta un mensaje positivo de un Dios que podrían conocer. Halla terreno común con los paganos de Listra, hablándoles de la creación y de que un Dios viviente lo sustenta todo, pone alimento en su mesa y gozo en su corazón. A los filósofos griegos de Atenas, les habla de los intentos inútiles de los hombres para expresar a Dios en términos de oro, plata y piedra, y con mucho tacto los lleva a un Dios que da vida y aliento.
Cuando se lleva a la gente hacia Cristo, el punto de partida debería ser el pensamiento, la cultura y las suposiciones de los oyentes, de modo que primero entremos en territorio de ellos. Luego, al igual que Pablo, con mucho tacto edificamos el puente que los llevará a la gracia salvadora de nuestro Señor Jesucristo. Charles Price
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Jesús señaló que nuestro problema es del corazón. En este momento, lo que más necesitan nuestras grandes ciudades es la evangelización. El apóstol Pablo estuvo en el corazón de Corinto, ciudad pagana, sin dios, inmoral y violenta, y dijo a ese pueblo: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios»[2]. Actualmente, la humanidad todavía necesita con urgencia la proclamación del evangelio. Jamás vamos a cambiar radicalmente las tendencias morales sin un despertar espiritual y nunca vamos a tener un despertar espiritual hasta que la cruz de Jesucristo sea el centro de toda nuestra enseñanza, predicación y práctica. Billy Graham
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El Señor está indicando a muchos cristianos sinceros de todo el mundo que deben invertir más tiempo en edificar relaciones con los demás, y estar dispuestos a vivir pacientemente conforme a su fe, a testificar según lo que les indica Él, y esperar que se manifiesten los frutos cuando Dios lo dispone. Como «sal de la tierra» que somos, el Señor está colocándonos en situaciones que nos permiten construir relaciones, trabar amistades y dar un testimonio más profundo a lo largo del tiempo, lo cual permitirá que las personas descubran por su cuenta la verdad y el Espíritu del Señor al ver ante sus propios ojos cómo viven su fe cristianos fieles.
Muchos métodos de testificación que utilizábamos en el pasado aún dan resultados. Claro que mucho depende de cada individuo y sus necesidades particulares, como también de la cultura y las normas de la sociedad en que se encuentren. No obstante, en líneas generales el mundo se ha vuelto más escéptico y muchas personas buscan «pruebas», quieren que las convenzan antes de aceptar conceptos espirituales. El ejemplo que des y tus interacciones con las personas pueden llegar muy lejos y ayudarlas a convencerse de que Jesús es el camino, la verdad y la vida.
Jesús es el mejor hombre de negocios que existe. En Su creación nada se desperdicia, desde la molécula más diminuta hasta la estrella más grande. De modo que, si te ubica en un lugar, pondrá en tu camino personas que te necesitan.
Si has estado desanimado, sintiendo que tus esfuerzos en pro de comunicar tu fe no sirven de mucho, échales otro vistazo. Tus palabras y ejemplo, y Su amor que resplandece a través de ti, pueden convencer a otros de la verdad de Su amor y poder de forma que traspase el escepticismo y la incredulidad que prevalecen hoy en día. Tus acciones, palabras y amor por los demás son capaces de traspasar las tinieblas de este mundo para alcanzar a quienes necesitan la verdad.
Sea cual sea la situación en que te encuentres, Dios puede darte oportunidades de ser una fuerza positiva. Tal vez sean evidentes y de gran alcance, o tal vez menos visibles y más modestas, pero en todo caso Él ha prometido que si buscamos, nos ayudará a encontrar[3]. El Espíritu Santo siempre está en movimiento, guiando en todo momento a las personas en su búsqueda de la felicidad, en su búsqueda del «Dios desconocido»[4]. Él quiere revelarse a ellos, y puedes ser el instrumento del que se sirva el Señor para que los ayudes a hacer la conexión. María Fontaine
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La gran misión da a todo cristiano el privilegio y responsabilidad de predicar las buenas nuevas hasta el fin de la Historia: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones»[5]. En la actualidad, todo cristiano está vinculado, por medio de una compleja cadena de acontecimientos históricos, con ese momento decisivo. Cada uno de nosotros tiene un árbol genealógico de fe que se remonta a tiempos inmemoriales. A través de los siglos, como corredores de una gran carrera de relevos de la Historia, otros han pasado esas buenas nuevas de una generación a otra. Y ahora el testigo nos ha sido entregado. Es nuestro turno.
Se nos ha confiado que llevemos las buenas nuevas a los que nos rodean y en otros lugares. Es una idea emocionante. Para empezar, nos ayuda a ver cómo encajamos en algo mucho más grande. Sin embargo, para muchos también es un pensamiento que invita a la reflexión. Parece una exigencia demasiado grande. ¿De verdad queremos hacerlo? ¿Cómo podemos llevar una responsabilidad tan grande? Es importante que nos demos cuenta de que los cristianos siempre nos hemos sentido abrumados por los desafíos de transmitir nuestra fe. Nos parece que nos falta sabiduría, perspicacia y fuerzas para hacerlo; y tenemos razón al sentirnos así. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que Dios nos conoce, exactamente como somos[6]. Conoce nuestros secretos más profundos, nuestros puntos fuertes y débiles. Dios es capaz de obrar en nosotros y por medio de nosotros a fin de dirigirse al mundo por el que Cristo murió. Alister E. McGrath
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Daniel no declaró como un observador que está fuera del sistema: lo hizo como participante. Es importante tener esto en cuenta, entre otras cosas, cuando escuchamos la expresión «literatura apocalíptica» empleada en conexión con el libro de Daniel. Esa descripción tiende a evocar la imagen de un profeta de la fatalidad, salvaje, irracional, que advierte a la gente que huya de la sociedad, que se atrinchere del mundo como si fueran monjes o ermitaños y que espere el cataclismo inminente, arrasador, y que señala el fin de la Historia. Bueno, si eso es lo que significa «apocalíptico», claramente no se aplica a Daniel ni a sus amigos. No negamos que Daniel tiene mucho que decir del futuro en su libro, parte de ello tiene consecuencias sombrías. Sin embargo, lejos de llevarlo a huir de la sociedad y de la responsabilidad, la revelación que tuvo del futuro lo llevó a una vida profesional plena en los niveles más altos de la administración del imperio. La comprensión que Daniel tenía de Dios no lo llevó a tener una mentalidad de gueto, sino a participar plenamente y de manera destacada en la vida de Babilonia. John Lennox
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La verdadera santidad no significa una huida del mundo; más bien, radica en el esfuerzo de encarnar el Evangelio en la vida cotidiana, en la familia, en el colegio, en el trabajo; y también en la participación social y política. Papa Juan Pablo II
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A menudo, la palabra evangelizar despierta emociones fuertes y contradictorias, hasta para el seguidor de Cristo. Participar junto a otros en esta tarea aparentemente de enormes proporciones puede despertar entusiasmo y también inquietud. Sin embargo, algo es seguro, como el artículo cuatro del Pacto de Lausana reconoce: «Nuestra presencia cristiana en el mundo es indispensable para la evangelización; también lo es un diálogo cuyo propósito sea escuchar con sensibilidad a fin de comprender. Pero la evangelización es la proclamación misma del Cristo histórico y bíblico como Salvador y Señor, con el fin de persuadir a las personas de que se acerquen a Él personalmente y se reconcilien con Dios». Como tal, la evangelización que se lleva a cabo adecuadamente despertará un sentido de necesidad en el oyente, y algo más importante, la evangelización que se hace de manera persuasiva revelará que si el cristianismo es verdadero, proveerá una respuesta para esa necesidad. Se debe ver a Cristo no solo como la respuesta: Sus palabras también deben ser vistas como verdaderas. Ravi Zacharias
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«Vosotros sois la sal de la tierra»[7]. La sal hace que la persona tenga sed. ¿Tu vida hace que otros tengan sed del agua de vida? Billy Graham
Publicado en Áncora en septiembre de 2015.
[1] RVC.
[2] 1 Corintios 1:23-24 RV 1960.
[3] Mateo 7:7-8.
[4] Hechos 17:23.
[5] Mateo 28:18–20 NVI.
[6] Salmo 139.
[7] Mateo 5:13 RV 1960.
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