El premio

septiembre 8, 2015

Recopilación

[The Prize]

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante; ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús!  Filipenses 3:13-14[1]

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Si pasamos el tiempo pensando en el pasado y en todas nuestras equivocaciones, no nos proyectaremos hacia el futuro y la labor que el Señor quiere que realicemos.

Después de pensar un poco en nuestros errores, en muchos casos lo mejor que podemos hacer es olvidar el pasado. Cuando el Señor nos dice: «Olvida el pasado», se da por entendido que, en cierta medida, hemos tenido que pensar en él; de lo contrario, ¿cómo podríamos olvidarlo? Pensamos en él y hacemos lo que sea preciso para cambiar la situación de cara al futuro. Por eso sacamos enseñanzas del pasado, para que el Señor pueda transformar nuestro corazón y volvernos mejores vasijas, más amorosos y compasivos. Ese es uno de los motivos por los que el Señor permite que cometamos algunos errores: para que le pidamos de todo corazón que nos dé más amor, compasión y comprensión, y para que permitamos que nos cambie de modo que le seamos más útiles.

Así que a veces debemos reflexionar en nuestro pasado. Tampoco es que podamos decir simplemente: «Oye, cometí ese error, lo siento», y seguir adelante como si nada. Hasta cierto punto debemos analizar nuestros errores o fallos para no volver a incurrir en ellos; pero en muchos casos es provechoso que no pasemos mucho tiempo haciéndolo. Necesitamos saber que hemos sido perdonados, y que en nuestra vida no haya cabida para la condenación del Diablo. La Palabra de Dios dice: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús»[2]. ¡Podemos dejar atrás el pasado! El Señor borra nuestras transgresiones y después ya no las recuerda contra nosotros[3]María Fontaine

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Me vienen a la cabeza todas las promesas de Dios a las que podemos aferrarnos, ¡y que el panorama puede ser halagüeño! Pueden suceder maravillas, incluso milagros, porque Su Palabra permanece inalterable. Tenemos la Palabra de Dios a nuestra disposición, ¿por qué habríamos de volver sobre el pasado y recorrerlo nuevamente?

La cruz de Cristo extiende sus brazos y nos corta el camino del pasado. En vista de que Jesús ya expió nuestros pecados, la Biblia dice: «Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús»[4].

Olvidemos lo que queda atrás. Dejemos de pensar en eso. Prosigamos a la meta en busca del premio. Es imposible hacer subir la arena del reloj, y aunque alguien tuviera todo el oro del mundo, no podría encontrar el camino del ayer, no se puede volver.

Hay redención para ti. Jesús te redimió y te has limpiado de todo el pasado. ¡Qué lástima que llevemos a cuestas nuestro pasado!, cuando el Señor pagó semejante precio para levantar esa carga de nuestros hombros y liberarnos de ella. A mi juicio, no hay palabras más bellas que las de la letra de la canción For All My Sin. Jesús borra toda la terrible culpa con una caricia de Sus manos traspasadas, por medio de la cruz del Calvario:

Fue por amor a mí que, con agobio,
en el madero Mi Señor murió
en agonía por mis pecados.
El gran Redentor aceptó
llevar la mancha y oprobio
de mis caminos errados.

¡Grande es mi Salvador!
La misericordia divina
en Él se amalgama.
Su amor jamás declina,
está junto a mí y me ama.

Al monte Calvario ascendió.
Nadie más podía pagar el precio.
Por todos nuestros pecados
el Señor en la cruz murió.
Entregó Su vida con dolor
y sufrió menosprecio.

¿Ha existido un amor tan intenso?
¿O un delito tan grave?
Jesús sufrió por mis pecados;
también me vio muy indefenso.
Es Mi amigo y les diré
que gracias a Él me libré
de todos mis pecados.

Norman J. Clayton

He visto personas que se acercaron a la cruz del Calvario y dejaron allí sus pecados. Solo una gota de esa sangre podría limpiar el pasado más oscuro.

Recuerdo que en una reunión que tuvimos en California un joven asistió al oficio religioso. Acababa de salir de la prisión de Folsom. Le costaba creer que fuera tan fácil, que Dios pudiera perdonarlo con solo confesarse pecador y pedir a Jesús que entrara en su corazón y reconocerlo como Salvador. Le costaba mucho creer que quedaría limpio de su pasado.

No dejaba de hablar de todos los pecados que había cometido. Le costaba un esfuerzo tremendo creer que Dios pudiera limpiar un pasado tan horrendo. Aquella noche lloró abiertamente cuando le entregó su corazón a Dios y confesó que Jesús era su Salvador. Cristo levantó esa carga, perdonó al delincuente: limpió su corazón y le dio una libertad que hasta ese momento no había conocido. Después de aquello lo vi a menudo, cuando llegaba a visitar.

El joven hablaba de la misericordia de Dios, que Él lo había librado del tormento del pasado. Repetía una frase de un himno: «Mi ayer tan lleno de culpa y de pecado, ¡gloria a Dios!, Jesús lo ha perdonado».

«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad»[5]. ¡De toda maldad! Él no puede faltar a Su Palabra y lo ha prometido. «Él dijo, ¿y no hará?»[6]  Virginia Brandt Berg

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Nuestro futuro no está limitado por nuestro pasado. Independientemente de las decisiones que hayamos tomado y de nuestras circunstancias actuales, el futuro sigue siendo tan halagüeño como las promesas de Dios, dos de las cuales son: «Si tenéis fe, [...] nada os será imposible»[7], y: «al que cree todo le es posible»[8], Si no estás en la situación en que desearías estar, aún hay tiempo para cambiar eso. Mientras da vueltas el cielo, hay esperanza en el suelo.

El cineasta y productor Orson Welles dijo en cierta ocasión: «El final feliz depende de dónde ponemos punto final a nuestra historia». O como dijo otro: «Todo terminará bien; y si no ha terminado bien, es que todavía no hemos visto el final». Ese principio es particularmente cierto en el caso de las personas que aman al Señor y buscan Su orientación, puesto que Él ha prometido obrar de manera que todas las cosas redunden en nuestro bien.  María Fontaine

Publicado en Áncora en septiembre de 2015.


[1] RVC.

[2] Romanos 8:1.

[3] Salmo 103:10-14.

[4] Filipenses 3:13-14.

[5] 1 Juan 1:9.

[6] Números 23:19.

[7] Mateo 17:20.

[8] Marcos 9:23.

 

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