agosto 4, 2015
La oportunidad es un concepto interesante. En ocasiones se divisa a lo lejos. Permite prepararse, orar al respecto y estar completamente listo para tomarla.
En otras, aparece sin previo aviso. Es rápida como un rayo. No da advertencias de ningún tipo ni permite el lujo de tener tiempo para orar al respecto. A veces ni siquiera de preguntar a amigos y seres queridos. Esa clase de oportunidades nos obligan a tomar una decisión en ese mismo instante.
A decir verdad, a veces he perdido ocasiones producto del temor a aprovechar la oportunidad, la ocasión o el riesgo.
Por ejemplo, hace algunos años, justo antes de la recesión económica recibí una buena oferta para vender mi casa. Yo quería venderla. Necesitaba venderla, pero había decidido una cifra exacta en mi mente y la oferta del comprador era unos pocos miles de dólares menos de lo que quería. En ese momento dejé pasar la oportunidad. Eso sí, mi esposa insistió en que la aceptara. No había pasado sino unas pocas horas cuando decidí aceptar la oferta, pero el comprador había acordado un precio por la compra de otra casa, a un kilómetro de la mía.
¿Está poniendo Dios oportunidades en su camino? Pueden ser ocasiones de:
Con el paso de los años me percato de mayores oportunidades. Si bien algunas son enormes, la mayoría parecen más bien pequeñas o insignificantes […] hasta que miro atrás y me doy cuenta de que he perdido la oportunidad al no aprovecharla.
A mis hijos les gusta jugar al beisbol. Suelo decirles que si no se atreven a mover el bate nunca llegarán a base. Jamás lograrán darle a la pelota si se quedan mirando el lanzamiento.
Es decir, hay que hacer el intento, ya sea que falles o aciertes.
La fe funciona de la misma manera. Debemos tener fe en que Jesús nos salvará de nuestros pecados. Tenemos que confiar en que Dios nos ha perdonado y nos ha transformado en personas nuevas y distintas. Debemos confiar en que el Espíritu Santo vive en nosotros y nos guía. Si confiamos en esas verdades, obtendremos la confianza para APROVECHAR la oportunidad, avanzar con denuedo y creer que Dios nos tiene reservado lo mejor.
No importa si fallan en el intento, aprovechen la oportunidad. Los resultados dependen de Dios, así como las oportunidades que Él nos presenta. Procuren batear la pelota y vean lo que pasa. Clayton King[1]
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Muchos cristianos son demasiado precavidos. Suelen reunir toda la información posible, sopesar las opciones y tomar decisiones sobre las que están seguros del resultado. El riesgo se considera indeseable al pensar que generará pérdida y dolor. El temor a resultados indeseados equipara al de nunca alcanzar nuestros sueños. Pero no solo eso. También nos aterra pensar que otros nos consideren tontos o incompetentes, contraer lastres económicos o sufrir daños físicos. Desde el punto de vista humano, eliminar la incertidumbre tiene sentido.
Pero, ¿cuál es la perspectiva de Dios? ¿Los cristianos en ocasiones debieran tomar riesgos? La respuesta es un sí rotundo; siempre y cuando sea Él el que nos indique que salgamos de nuestra zona de confort. La incertidumbre no tiene cabida en la esfera celestial, porque el Señor lo controla todo y nunca deja de alcanzar Sus buenos designios[2].
La Biblia incluye numerosos ejemplos de personas que tomaron riesgos para obedecer al Señor. Uno de ellos es Ananías. Dios lo envío a ministrar al recién converso Saulo. Tuvo que arriesgar su reputación —incluso su vida— para obedecer al Señor. Otro fue el mismo Saulo, a quien Dios encomendó predicar a los judíos el evangelio al que se opusieron con violencia. Ambos hombres obedecieron y se concentraron en Dios, Su carácter y Sus promesas para superar la incertidumbre, las dudas y el temor.
¿El Señor los está llamando a tomar riesgos? Él comprende su recelo, pero nunca los decepcionará. Avancen en obediencia y verán las maravillas que hace para aumentar su fe. Charles Stanley[3]
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La previsión, sacrificio y fidelidad de un solo hombre […] pueden cambiar el mundo. «Mediante la obediencia de uno los muchos fueron constituidos justos.» Pero alguien debe decidir confiar en Dios. Alguno ha de ser el pionero. Tiene que haber alguien dispuesto a dar el primer paso de fe, tomar la iniciativa en razón de la idea, y tomarla solo si es necesario, ¡cueste lo que cueste! A nosotros nos corresponde obedecer. Debemos seguir las indicaciones del Señor. Tenemos que avanzar en la dirección que Él nos indica para descubrir lo que va a hacer. Si obedecemos, Él nos dará la fe. Cuando obedecemos al Señor, Dios nunca nos falla.
Atrévete a ser diferentes. Arriésgate a salirte de la norma establecida. Los que no se mueven y nunca van a ningún lado, como todos los demás, nunca cambian nada, ¡no hacen nada que pase a la historia! Nunca se oye hablar de los que se quedan esperando hasta ver si es posible. Solamente se habla de los que lo lograron o bien murieron en el intento.
El hombre dice: «Es imposible. Quédate amarrado en el puerto». Dios dice: «Échate a la mar». El hombre: «Mira las olas. Mira el viento». Dios: «Mírame a Mí. Para el hombre es imposible, mas nada hay imposible para Dios». David Brandt Berg
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La fe supone riesgos. Todo en la vida es sinónimo de riesgo. Eclesiastés 10:9 nos recuerda: «Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que parte leña, en ello peligra»[4]. Tal es el riesgo de vivir. No existe actividad o trabajo que no conlleve un elemento de riesgo.
Probablemente recuerdan que en la tercera película de Indiana Jones, el protagonista se acerca al borde del precipicio. Tuvo que arriesgarse a avanzar, aunque no alcanzara a divisar el puente. Es una buena imagen de la fe verdadera. La fe significa arriesgarse a realizar lo que nos pide Dios, aunque desconozcamos cuál será el desenlace. Si bien desconocemos lo que hará Dios al final, sabemos que Él nos pide avanzar hacia lo desconocido por fe.
En numerosas ocasiones llegamos al límite de la fe en nuestra vida. No sabemos lo que nos depararán nuestras acciones. A lo mejor es la decisión de iniciar la relación con Jesús. Puede ser confiarle una decisión económica o temas relacionados con una relación amorosa. Avanzar con fe incluye riesgos. ¿En quién confiar? ¿Confiaremos en el Señor con todo nuestro corazón? ¿Y si nos equivocamos? ¿Es realmente Dios el que nos invita a dar el paso de fe?
Si cumplimos la voluntad de Dios que describe la Biblia, Él nos indicará el resto. En otras palabras, amen a su prójimo. Lean la Palabra de Dios. Hablen con Dios en oración. Reúnanse con el pueblo de Dios. Amen a su familia. Amen a sus hijos. Protejan la forma en que se dirigen a otros. Demuestren amabilidad en sus relaciones. Ármense de paciencia. Lleven a cabo la parte que está clara y Dios les mostrará el resto.
Atrévanse a tomar el riesgo. Confíen todo lo que tienen a Dios. Obedezcan lo que nos ha enseñado Dios en Su Palabra. Entonces, cuando Dios los invite a dar un paso de fe, tendrán la confianza para llevar a cabo lo que Él les indique. Rick Warren[5]
Publicado en Áncora en agosto de 2015.
[1] https://newspring.cc/articles/miss-it-or-make-it-you-have-to-take-it
[2] Efesios 1:11
[3] http://www.christianpost.com/news/taking-risks-89130/
[4] Reina-Valera
[5] http://rickwarren.org/devotional/english/faith-means-taking-risks
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