julio 9, 2015
¿Qué significa para nosotros un Dios omnipotente? Se considera omnipotente alguien que todo lo puede, que tiene un poder grande e ilimitado, infinito. Estamos de acuerdo en que Dios es todopoderoso. Creó el universo y toda la vida que hay en el mismo. Pero, ¿qué efecto tiene en nosotros individualmente la omnipotencia de Dios?
Cuando hablamos de la omnipotencia de Dios, nos inclinamos a creer que es un atributo sin disciplina, lo que equivale a decir que todo lo que sucede es la voluntad de Dios. Dios puede hacer lo que quiera, y por lo general al orar apelamos a Su omnipotencia. ¿Nos sacará Dios de la dificultad que enfrentamos? ¿Sanará a un ser querido? ¿Intervendrá en todas las guerras, sufrimiento y pérdida que ocurre en nuestro mundo?
Hay un argumento muy conocido que sostiene que Dios no puede ser todopoderoso y al mismo tiempo ser todo amor, tener un amor infinito. Si Dios es todopoderoso, entonces la existencia de sufrimiento y devastación indican que Él no puede ser todo amor. Y si Dios es todo amor y desea lo mejor para nosotros, entonces no puede ser todopoderoso, porque parece que es incapaz de luchar contra el dolor y agitación que ocurre en nuestra vida y en el mundo. Eso hace que surja la pregunta: ¿Qué hace Dios?
Gálatas 3:22 dice: «la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado». En tres ocasiones, Jesús dijo que Satán es el príncipe de este mundo; y 1 Juan 5:19 dice: «Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno». No se pueden ocultar esos versículos debajo de la alfombra; sin embargo, muchos de nosotros nos sentimos justificados al acusar a Dios de inactividad. Dios no se limita a mirar por el mundo, chasquear los dedos y rápidamente poner todo en su lugar. Aunque es capaz de intervenir de esa manera, no lo hace porque Su propósito para cada uno de nosotros es que lleguemos a conocerlo a Él. Y ese es un atributo de Dios que tiene una disciplina absoluta. […] No obstante, donde hay oración, donde hay fe y amor a Dios por medio de Jesucristo, Su intervención está asegurada.
Nunca estamos más cerca de Dios que en una situación de sufrimiento y dificultades. A medida que llegamos a vivir dependientes de Dios, Él pone Sus planes en nuestro corazón y nos llena de Su paz. Quizá sane a nuestro ser querido o haga desaparecer nuestras dificultades, o tal vez no lo haga; sin embargo, tenemos tranquilidad al saber que nuestro Dios es todopoderoso, y que obra para el bien en cada situación. Charles Price
El poder de Dios es infinito, es decir, que es ilimitado, inconmensurable. En tales condiciones, Él no solo tiene el poder para hacer las cosas que ha hecho, sino también para hacer lo que podría hacer pero no ha hecho. La Biblia alude a algunas de esas cosas, por ejemplo transformar piedras en hijos de Abraham o enviar legiones de ángeles para librar a Jesús. Si bien Dios posee un poder sin límites y tiene la facultad de hacer esas cosas, no las hizo.
Si bien la Escritura afirma que Dios puede hacer todas las cosas, al mismo tiempo expresa que hay ciertas cosas que Dios no puede hacer. No puede anularse a Sí mismo actuando en contra de Su propia naturaleza y personalidad[1]. No puede mentir[2]. No puede ser tentado por el mal ni tentar a los seres humanos a hacer el mal[3]. No puede obrar impíamente ni pervertir la justicia. No puede transgredir Su justicia.
Cuando la Biblia anuncia que Dios es todopoderoso y que puede hacer todo, debe entenderse que Dios puede hacer todo lo que sea coherente con Su naturaleza y personalidad.
La omnipotencia de Dios es un factor importante que edifica nuestra fe en Él, por cuanto no es un ser que haga afirmaciones o promesas gratuitas que no tiene la potestad para cumplir. Dios tiene el poder para hacer efectivo lo que ha prometido. Prometió que por medio de Abraham bendeciría al mundo entero; que la simiente y descendencia de David sería perpetua; que el Mesías nacería en Belén, y padecería y moriría por los pecados de la humanidad. Cumplió la palabra empeñada. Profetizó sucesos con siglos de anticipación; y acontecieron. Cuando leemos las promesas que nos ha hecho, podemos depositar nuestra entera confianza en lo que dijo, dada Su condición de Creador todopoderoso y sostenedor del universo y de todo lo que en él hay. Aquel cuyo poder es infinito es nuestro padre, y nosotros Sus hijos. Estamos a salvo entre Sus brazos.
Siendo nosotros pecadores separados de Dios por el pecado, criaturas concebidas por nuestro Creador, nada hay que podamos hacer para merecernos Su amor, Sus bendiciones y la comunión con Él. Así y todo, Él se ha dignado concedernos esas cosas. Ese favor inmerecido se denomina la gracia de Dios. Él ha elegido libremente concedernos Su favor y Su amor, aunque somos indignos de esos dones, no tenemos derecho a ellos y de ninguna manera podemos ganárnoslos. Nos los otorga aunque no haya justificación para ello, aunque no los deseemos e incluso los rechacemos. Él optó por obsequiarnos Su amor, ya que por Su naturaleza y por Su misma esencia es benevolente. La gracia es un don inmerecido de parte de un Dios amoroso y benévolo. Peter Amsterdam
«Yo sé bien que Tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de Tus planes»[4]. De este modo Job da testimonio de la grandeza (omnipotencia) de Dios. En la práctica, omnipotencia significa el poder para hacer todo lo que Dios, con Su perfección racional y moral (esto es, Su sabiduría y bondad), quiera hacer. Eso no significa que Dios pueda hacer literalmente todo: Él no puede pecar, mentir, cambiar su naturaleza ni negar las exigencias de Su carácter santo[5]; tampoco puede hacer la cuadratura del círculo, pues la idea de un círculo cuadrado lleva implícita una contradicción. Tampoco puede dejar de ser Dios. Sin embargo, todo lo que Él quiere y promete, puede hacerlo y lo hará.
¿Fue exagerado que David dijera: «¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!»?[6] ¿Fue una exageración que otro salmista dijera: «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia»?[7] No lo fue, si sabían que Dios es omnipresente u omnipotente. […] El conocimiento de la grandeza de Dios (y Su omnipresencia y omnipotencia son aspectos de Su grandeza) naturalmente genera una gran fe y que se alabe a Dios en gran medida. J. I. Packer
Cuando algo te preocupe, recuerda que no hay nada que sea demasiado grande para que Dios se encargue de ello. Dios mismo te dice: «Yo soy el Señor, Dios de todos los pueblos del mundo. ¿Hay algo demasiado difícil para mí?»[8] Nada es difícil para Dios porque Su poder es infinito. A.W. Pink escribió:
«¡Que los santos confíen en un Dios así! Es merecedor de una confianza incondicional. Nada es demasiado difícil para Él. Si Dios escatimara fuerzas y Su fortaleza tuviera un límite, podríamos perder las esperanzas. Sin embargo, al ver que Dios es omnipotente, ninguna plegaria es demasiado difícil como para que no pueda responderla, ninguna necesidad es tan grande que no pueda proveer para ella, ninguna pasión es tan fuerte que no pueda dominarla, ninguna tentación es tan fuerte que no pueda librar de ella, ningún sufrimiento es tan profundo que Él no pueda aliviarlo». John Macarthur, hijo
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Del mismo modo que la omnipotencia es un océano que no puede ser sondeado, así el consuelo de ese océano son arroyos inagotables. ¡Qué consolador saber que tenemos un Dios que puede hacer lo que quiere: no hay nada que sea tan difícil que Él no pueda lograrlo, nada que sea tan fuerte que Él no pueda invalidar! No hay que tener pavor a los hombres, pues tenemos a Aquel que puede contenerlos, ni temer a diablos, pues tenemos a Aquel que puede encadenarlos. El poder de Dios no se agotó en la creación; no se debilitó al preservar todas las cosas. ¿Por quién el Señor extendería Su brazo eterno y el trueno incomprensible de Su poder, sino por los Suyos? Stephen Charnock
Publicado en Áncora en julio de 2015.
[1] 2 Timoteo 2:13.
[2] Tito 1:2.
[3] Santiago 1:13.
[4] Job 42:2 NVI.
[5] Números 23:19; 1 Samuel 15:29; 2 Timoteo 2:13; Hebreos 6:18; Santiago 1:13, 17.
[6] Salmo 18:1-2 NVI.
[7] Salmo 46:1 NVI.
[8] Jeremías 32:27 NTV.
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