mayo 13, 2015
Últimamente he pensado mucho en los cambios. Tal vez sea porque siento la necesidad de un cambio en mi vida. No sé por qué, pero me parece que no avanzo. Me parece que algo me retiene. Dediqué tiempo a la oración, a la meditación y a llevar un diario. Estas son mis reflexiones acerca de ese tema.
Si tú o yo queremos un cambio en nuestra vida, no es fácil. El cambio es mortal.
Por un lado, sabemos que en esta época moderna se nos presentan muchas oportunidades para trazar un nuevo camino, aprender un nuevo oficio o incluso iniciar una nueva carrera, si lo queremos. Probablemente todos hemos oído decir algo como esto:
Tienes el mundo a tus pies.
No existen límites.
La palabra «imposible» no está en mi diccionario.
Nunca te rindas.
Si puedes soñarlo, puedes lograrlo.
La mejor forma de conocer el futuro es inventándolo.
El éxito se compone de un 1% de inspiración y un 99% de transpiración.
Esos pueden ser puntos bastante buenos, pero al final pensé: «Sí, claro».
Luego se me ocurrió aportar alguna verdad en la que confío; en realidad, en lo que puedo jugarme la vida:
—Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible[1].
Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con Su Hijo Jesucristo, nuestro Señor[2].
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús[3].
Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra[4].
Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido[5].
Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros[6].
«Lo que es imposible para los seres humanos es posible para Dios»[7].
Buscó a Dios […] y mientras […] buscó la dirección del SEÑOR, Dios le dio éxito[8].
Me siento muy bendecida porque tengo una relación personal con Jesús. Sé que Dios me ama y, con la Biblia y otros materiales, tengo la fuente de verdad. Tengo una experiencia única al haber dedicado años a vivir por fe y predicar el Evangelio. Creo que tengo mucho que ofrecer al mundo; y debería tomar ventaja de las muchas oportunidades a mi alrededor para servir, devolver lo que se me ha dado, encontrar satisfacción y trazar un camino hacia el legado que hará que mis seres queridos y Jesús estén orgullosos de mí.
Si tengo todo eso, ¿por qué entonces a veces mi «realidad» no es lo que acabo de describir? A veces me siento pequeña, olvidada, perdida, o como si anduviera a la deriva, prácticamente sin rumbo. Tengo la certeza de que he sido bendecida y que tengo conocimiento, entendimiento, fe y dones espirituales valiosos. Pero a veces no puedo reunirlo todo de modo que esos dones obren a mi favor.
No sé si otras personas pueden identificarse con eso, o si hay alguien que haya buscado más afanosamente, que haya tenido la necesidad de dar el primer paso, de una mayor sensación de pertenencia, de una mejor carrera o más dinero, de efectuar cambios en los hábitos de salud y relaciones… y la lista no termina.
En mi caso, mientras más tiempo sigo así, peor se vuelve, hasta que a la larga empiezo a pensar si hallaré el camino a una vida mejor, a una relación más profunda y un estilo de vida más sano. Cuando me parece que no avanzo o que no estoy segura o que no estoy satisfecha con lo que soy actualmente, puede ser confuso o frustrante tratar de «arreglarlo» o incluso saber por dónde empezar.
Luego, llegué a una conclusión que para mí fue provechosa: Esta es mi vida. Es lo que yo hago de ella.
Es posible que parezca muy básico, pero a mí me trajo claridad.
Me di cuenta de que debo tomar posesión de mi vida. Tengo que aceptar, sin excusas ni justificaciones: Esta es MI VIDA. Nadie puede cambiar eso. Nadie puede tomar decisiones por mí. Nadie puede actuar en mi lugar.
Sin embargo, hay muchos obstáculos que me abruman y me impiden que avance. Hice una lista de algunos de ellos.
Apatía es uno de esos obstáculos. Es más fácil continuar haciendo lo mismo en vez de cambiar. Hace falta energía, sacrificio y movimiento para cambiar la trayectoria de mi vida. Sin determinación de cambiar, sé que naturalmente seguiré en el camino actual.
El temor es otro obstáculo. El temor al fracaso, a la vergüenza, al éxito, a la pérdida, a trabajar excesivamente. Todo ese temor puede ser paralizante. Creo que el temor hace que nos convenzamos a nosotros mismos de que lo que tenemos ahora mismo no es tan malo; que no vale la pena el riesgo de cambiar.
La procrastinación es otro obstáculo. Dejar las cosas para mañana es la receta para el estancamiento.
Las expectativas de otros también son un obstáculo. La imagen que creo que otras personas tienen de mí puede evitar que efectúe cambios y me atreva a entrar en territorio desconocido. Trato de recordarme a mí misma que me presentaré sola delante del Señor. No seré juzgada ni bendecida conforme a lo que otros pensaron que yo debía hacer; Dios se fijará en lo que hice en realidad, en cómo viví. A fin de cuentas, ese es mi deber y solo mío.
Otro obstáculo es la falta de claridad. Tal vez también te sientas así. Es posible que tengas la sensación de que necesitas un cambio en tu vida. Quizá tengas inquietud, desasosiego. Al igual que yo, es posible que intuyas que hay algo nuevo y mejor que el Señor tiene para ti. Pero no tienes la certeza de cuál dirección tomar ni qué hacer, así que esperas. Yo lo he hecho. Pero creo que la clave es hacer algo. A medida que avanzamos, encontraremos claridad.
Hace falta valor para adueñarte de tu vida y asumir toda la responsabilidad.
Hace falta valor para seguir a Dios.
Hace falta valor para cambiar y decidir hacer algo distinto.
Hace falta valor para correr riesgos.
Hace falta valor para llevar una vida que está en sintonía con nuestras mayores aspiraciones, en vez de sucumbir a la mediocridad.
Hace falta valor para profundizar y llegar a ser la persona que queremos ser, en vez de escondernos detrás de excusas o de culpar a otros.
Hace falta valor para vivir la verdad y ser la expresión más genuina de la persona que Dios quiere que seamos.
Hace falta valor para seguir el rumbo y capear las tormentas que inevitablemente llegarán una vez que hayamos efectuado un cambio.
Aprendí que el valor no es la ausencia de temor, sino el triunfo sobre el temor. El valiente no es el que no tiene miedo, sino el que vence ese temor. Nelson Mandela
El hombre no puede descubrir nuevos océanos a menos que tenga el valor de perder de vista la costa. André Gide
Una vez que nos hacemos cargo de nuestra vida y nuestro futuro, y una vez que acumulamos el valor de reconocer lo que hace falta cambiar, entonces el siguiente paso, inevitable e insustituible, es actuar. No puede haber progreso ni cambio sin acción. Si queremos cambiar algún aspecto de nuestra vida, depende de cada uno de nosotros hacer precisamente eso.
La Madre Teresa dijo: «El ayer se ha marchado. El mañana aún no ha llegado. Solo tenemos el día de hoy. Empecemos». Hoy es todo lo que tenemos y las acciones que emprendamos hoy crean nuestra vida, nuestro legado.
Es importante que tengas claro que tu único acceso para tener impacto en la vida es la acción. Al mundo no lo interesa cuáles sean tus intenciones, lo dedicado que seas, cómo te sientas ni lo que pienses; y por supuesto, no le interesa lo que quieres y lo que no quieres. Mira la vida como se vive y ve por ti mismo que el mundo solo se mueve para ti cuando actúas. Werner Erhard
Nada reemplaza al trabajo duro. Thomas Edison
Así pues, el desafío que enfrento no es complicado:
Cuando asimos las decisiones de nuestra vida, enfrentamos lo que sea que nos detiene y pedimos a Dios que nos dé el valor para actuar y hacer realidad nuestros sueños, podemos estar seguros de que no estamos solos. Dios nos apoya. Como dice uno de mis versículos preferidos:
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza[9].
Dios no puede vivir mi vida. Pero si doy un paso en la dirección correcta, Él me apoyará. Cumplirá Sus promesas. Contestará mis oraciones. Es entonces cuando esas promesas de la Biblia cobran vida, ¡y representan auténtico poder!
Cuando Dios obra en nuestro beneficio, entonces podemos ver el cumplimiento de nuestros sueños y llevar la vida para la que nos creó. ¡Dios está de NUESTRA parte!
[1] Mateo 19:26 NVI.
[2] 1 Corintios 1:9 NVI.
[3] Filipenses 4:19 RV 1960.
[4] 2 Corintios 9:8 RV 1960.
[5] Romanos 4:20-21 RV 1960
[6] Efesios 3:20 NVI.
[7] Lucas 18:27 NTV.
[8] 2 Crónicas 26:5 NTV.
[9] Jeremías 29:11 NVI.
Copyright © 2024 The Family International