marzo 17, 2015
Es indudable que los últimos descubrimientos del hombre en tecnología nos ayudan a entender un poquito más a Dios y cómo maneja las cosas desde Su trono. Por ejemplo, el teléfono móvil con que nos comunicamos con alguien del otro lado del mundo ilustra la esencia de la oración. Un computador que almacena todos los datos de una gran empresa, hasta los más mínimos detalles, nos ayuda a entender cómo tiene Dios contados hasta nuestros cabellos[1].
Uno de los milagros en la Biblia que más me llaman la atención es el de Mateo 17:27, en el que Jesús le dice a Pedro que pesque un pez y saque de dentro de él una moneda para pagar un impuesto romano. ¿Cómo sabía Jesús que ese era justo el pez que tenía la moneda dentro?
Otro milagro parecido es cuando manda a Sus discípulos al pueblo más cercano en busca de un burro en el que entraría triunfante a Jerusalén[2]. Me pregunto: ¿Usaría Jesús algún tipo de GPS súper sofisticado y preciso para saber dónde y cuándo ocurriría ese hallazgo?
La verdad es que he visto funcionar el GPS de Dios en muchas ocasiones en mi vida cotidiana. ¿Cuántas veces me ha guiado a encontrar algo que había olvidado, o encontrar a una persona o un lugar que necesitaba encontrar? En numerosas ocasiones no solo ha sido el lugar indicado, sino el momento preciso.
Recientemente pasó algo que me dejó sorprendido; habíamos orado con mi esposa para encontrar un mecánico especialista para reparar detalles del motor de nuestro tráiler, con el cual hacíamos nuestros viajes de evangelización. Sin recibir aún respuesta nos fuimos de viaje confiados en que todo iría bien.
Después de unos días de viaje por diferentes pueblitos de la costa, sentí el impulso de entrar en una calle sin saber por qué. No había ningún letrero que llamara nuestra atención, solo seguimos avanzando hasta el final de la calle, cuando de pronto salió un hombre a nuestro encuentro y nos dijo: «Ustedes vinieron aquí con el GPS, ¿verdad? El GPS los trajo aquí.» Nosotros, sorprendidos, le preguntamos a qué se refería.
Nos explicó que tenía un mecánico que se especializa en caravanas. Hacía poco, un viajero que está recorriendo el mundo en su casa rodante había pasado por allí, lo había conocido y, encantado por el buen trabajo del mecánico, le había dedicado una página entera en su blog, donde había puesto el punto GPS para que todos aquellos que viajaran en tráiler pudieran ubicarlo.
Lo sorprendente es que nuestro tráiler no tiene GPS. Habíamos encontrado el lugar exacto con el GPS de Dios, en el momento preciso, ya que el motor no seguiría funcionando más sin los arreglos necesarios.
Al cabo de unos días, ya reparado el motor, emprendimos otra vez la marcha, no sin antes orar y pedir a Dios Su bendición y guía divina. «Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda[3]. Carlos Campos
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Cuando reciben Mi orientación cada día puedo ahorrarles muchísimo tiempo. Puedo darles instrucciones al oído mientras realizan la tarea, de manera que la hagan bien. Puedo orientarlos para que no metan la pata y tengan que repetir la tarea o arreglar lo que salió mal. Puedo hacer que Mi Espíritu los guíe para que hagan un trabajo de primera y no de cualquier manera. Cuando trabajan en el Espíritu, en comunicación conmigo, recogen fruto que permanece. Jesús, hablando en profecía
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Dios ha llenado la vida de enigmas, problemas y suspenso para poner a prueba nuestro intelecto, nuestra fe y nuestra confianza en Él, y espolearnos a buscar soluciones.
Al indicarnos Su voluntad, a veces nos pone delante rompecabezas desconcertantes. Hay ocasiones en que nos habla por medio de acertijos y misterios difíciles de descifrar, con los que nos fuerza a pensar y orar. Casi siempre nos da una pista inicial y luego nos va conduciendo paso a paso; pero nunca sabemos lo que va a suceder hasta que damos un paso más.
Le gusta que busquemos Sus soluciones, porque eso nos lleva a ejercitar nuestra fe en Él, en Su Palabra, en Su orientación divina, en Su magnanimidad y en Su amor paternal. Cuando lo obedecemos sin saber lo que nos espera al final del camino demostramos que confiamos en Él. Aunque no veamos la salida, aunque ignoremos la solución, adónde nos lleva o qué encontraremos allá, confiamos en que Él cumplirá Sus promesas; como cuando Abraham obedeció a Dios y salió sin saber adónde iba[4]. David Brandt Berg
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En nuestra vida como cristianos, a veces llegamos a una encrucijada y debemos buscar la dirección divina. En otras ocasiones, el camino tal vez esté lleno de obstáculos, baches o impedimentos. Al igual que el rey David, necesitamos escuchar los consejos y la guía de Dios. Pero lo mejor de todo es que lo único que tenemos que hacer es encender nuestro GPS (el sistema de posicionamiento de Dios). Él es nuestro Creador, Padre y Amigo. Dice en Salmos 32:8: «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré Mis ojos».
Él nunca nos obliga a transitar por rutas erróneas ni nos abandona cuando el camino se torna abrupto. Aunque no siempre entendamos por qué nos lleva por un camino en particular, podemos confiar en que Él sabe cómo llevarnos a nuestro destino final sanos y salvos. Michele McLean[5]
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En muchos sentidos, la vida se asemeja a un largo viaje. Necesitamos guía de confianza para recorrer con éxito nuestro camino año tras año. Permítanme describirlo de otra manera: la vida está llena de decisiones que convierten nuestros días en una serie de intersecciones, y necesitamos ayuda para saber qué camino tomar. Por ejemplo, de jóvenes queremos saber a qué universidad ir y qué carrera vamos a estudiar. Buscamos la carrera que nos acercará a la buena obra que Dios nos tiene preparada de antemano. Más adelante solicitamos guía a la hora de buscar pareja y dirección para criar a nuestros hijos. Buscamos sabiduría que nos ayude a lidiar con las pruebas y dificultades de la vida. Todos, sin excepción, necesitamos guía. Todo el tiempo. Además, en este mundo perdido, donde la moral se ha desdibujado, necesitamos ayuda para diferenciar lo correcto de lo incorrecto. Con tantos y tan amplios caminos, resulta difícil encontrar el camino estrecho y angosto.
Se dice que las decisiones que tomamos marcan el rumbo de nuestra vida, y en buena parte es cierto. Una buena vida es labrada por buenas decisiones. Una existencia trágica es a menudo el resultado de juicios errados…
Todo ello demuestra que necesitamos un GPS en la vida con el que podamos contar y que sea de absoluta confianza. La buena noticia es que Dios está más que capacitado para cumplir ese rol. Como proclamó Isaías: «El Señor de los ejércitos […] hace maravilloso el consejo y engrandece la sabiduría»[6].
Probablemente conocen que la Escritura define a Dios en términos de tres omni: omnipresente, omnipotente y omnisciente. El significado de omni es todo. El título de omnipresencia indica que Dios se encuentra en todo lugar. En otras palabras, no existe lugar al que podamos acudir en el que Dios no esté. Siempre está con nosotros. Omnipotente significa que Dios lo puede todo. Él puede hacer cualquier cosa. Literalmente. Y omnisciente significa que lo sabe todo o que se encuentra al tanto de todo. Posee conocimiento absoluto. Como dice en 1 Samuel 2:3: «El Dios de todo saber es el Señor».
Cabe añadir que ello no indica que Dios sea inteligente o astuto. Ni siquiera asegura que Él sea un genio. El uso de cualquiera de esos términos para describir a Dios sería quedarse corto. Lo que la Biblia asegura con el tercer omni es que Él lo sabe todo. Ninguna pregunta lo confunde. Ningún dilema lo desconcierta. No existe evento que pueda sorprenderlo. Él posee un conocimiento eterno, intrínseco, completo y absolutamente perfecto. A diferencia del GPS que usamos todos los días, Dios no requiere de actualizaciones para indicar trabajos en la carretera. Lo sabe todo —de forma literal—, en todo momento.
Lo que es más, la Biblia asegura que si bien conoce el camino de la luna y las estrellas, ningún pájaro cae a tierra sin que Dios sepa exactamente lo que sucede. Su conocimiento abarca hasta los asuntos más triviales, como el número exacto de los cabellos sobre nuestra cabeza. Hebreos 4:13 lo describe de la siguiente manera: «Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Dios». Ello quiere decir que el conocimiento de Dios incluye todo lo que hay que saber de uno y de las pruebas y dificultades que afronta en la vida. ¿No es reconfortante? Mark Adams[7]
Publicado en Áncora en marzo de 2015.
[1] Mateo 10:30
[2] Marcos 11:1-10
[3] Isaías 30:21
[4] Hebreos 11:8
[5] http://www.cbn.com/spirituallife/devotions/mclean_gps.aspx
[6] Isaías 28:29
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