Un corazón agradecido

noviembre 27, 2014

Recopilación para el Día de Acción de Gracias

Con cánticos alabaré el nombre de Dios; con acción de gracias lo exaltaré.  Salmo 69:30[1]

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Todos los días deberían brindarnos motivos para dar gracias a Dios por las bendiciones que nos prodiga. Debemos agradecer y valorar cada momento de cada día, alabando a Dios continuamente por él. Todos los días pueden ser Navidad si tenemos presente el espíritu navideño en la vida y el corazón. Cualquier día puede ser fiesta, todas las festividades a la vez, si con nuestros actos lo hacemos festivo en nuestra vida y nuestro corazón.  David Brandt Berg

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Era el día de Acción de Gracias y yo tenía diez años. Me encontraba en la sala de asistencia social de un hospital, y al día siguiente me iban a someter a una delicada operación ortopédica. Sabía que tenía por delante varios meses de encierro, convalecencia y dolor. Mi padre había muerto; mi madre y yo vivíamos solos en un pequeño apartamento y nos manteníamos del seguro social. Aquel día mi madre no había podido venir a verme.

Al pasar las horas me invadió una inten­sa soledad, una sensación de temor y desesperación. Sabía que mi madre estaba sola en la casa, preocupándose por mí, y que no tenía a nadie con quien comer, ni suficiente dinero como para costearse una cena del día de Acción de Gracias.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, así que metí la cabeza debajo de la almohada y me tapé hasta arriba con la manta. Lloré en silencio, y con tanto desconsuelo que me dolía todo el cuerpo.

Una joven enfermera que estaba allí como practicante, se acercó al escuchar mi sollozo. Me destapó la cara y comenzó a se­carme las lágrimas. Me dijo que se sentía muy sola, pues tenía que trabajar ese día y no lo podía pasar con su familia. Me preguntó si quería cenar con ella. Entonces trajo dos bandejas de comida: Pavo con puré de papas, una salsa de arándanos y, de postre, helado. Me habló y trató de tranquilizarme y disipar mis temores. Y aunque le tocaba retirarse a las cuatro de la tarde, se quedó, por iniciativa propia, hasta casi las once de la noche. Jugamos algunos juegos, conversamos y me hizo compañía hasta que finalmente me quedé dormido.

Han pasado muchos años desde aquel día, cuando yo tenía diez años. Sin embargo, en el Día de Acción de gracias recuerdo lo que pasó aquella vez, la sensación de frustra­ción, temor y soledad que tuve, así como la cordialidad y la ternura de una persona desconocida que hizo que todo fuera más soportable.  Martin Ginsberg[2]

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Una editorial publicada el día de Acción de Gracias en el periódico local, contaba el relato de una maestra de primer grado que pidió a sus alumnos que hicieran un dibujo de algo por lo que estuvieran agradecidos. Pensó en lo poco que tenían que agradecer esos pequeños de vecindarios pobres. Sin embargo, sabía que la mayoría haría dibujos de pavos o mesas llenas de comida. Se sorprendió al ver el dibujo que le entregó Douglas: una mano, dibujada infantilmente.

¿De quién era la mano? La abstracta imagen cautivó a toda la clase.

—Debe de ser la mano de Dios que nos trae comida —dijo un niño.

—Es de un granjero —dijo otro—, porque él cría los pavos.

Cuando los demás alumnos se ocuparon en otras cosas, la maestra se inclinó sobre el pupitre de Douglas y le preguntó de quién era la mano.

—Es la mano de usted, profesora —dijo entre dientes.

La maestra recordó que a la hora del recreo ella a menudo llevaba de la mano a Douglas, que era un chiquillo desaliñado y triste. Solía hacer eso con varios de los niños, pero ello había significado mucho para Douglas. Quizás es eso lo que todos deberíamos agradecer, no las cosas materiales que recibimos, sino la ocasión de dar algo a los demás, por pequeño que sea.  Anónimo

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Estar agradecidos es una elección, algo que expresamos de buena gana y de modo ritual en el Día de Acción de Gracias. Sin embargo, ¿qué hacemos los otros días del año cuando se tiene menos ganas de celebrar o el ambiente es más normal?

Me gusta la manera feliz en que los primeros colonos de Nueva Inglaterra abordaban la vida. No permitieron que sus sentimientos ni circunstancias determinaran si estarían agradecidos y manifestarían gratitud. Creían que Dios dominaba la situación; se referían a ello como «la providencia». Al seguir esa creencia a su conclusión lógica, respondieron a los desafíos  con una perspectiva que decía: «Dios ha permitido esto para nuestro bien». Eligieron creer —con toda la razón— que hacían bien en depender de un Dios santo y fiel, y que aunque tenían mucho en su contra, siempre había mucho más que agradecer.

La gratitud es indispensable para fortalecerse en la fe. John Piper señaló en su libro A Godward Life: «Si no creemos que en gran medida dependemos de Dios para todo lo que tenemos o esperamos tener, se seca el arroyo de gratitud y fe».

Hoy toma la decisión de quitar los ojos de ti mismo y de tus circunstancias, de reconocer con gratitud quién es Dios y lo que hace. Niégate el derecho a quejarte; en cambio, acepta la profunda alegría de dar gracias… en toda situación.

El corazón agradecido agrada a Dios.  Barbara Rainey[3]

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¡Den gracias al Señor, porque Él es bueno! Su fiel amor perdura para siempre.  Salmo 107:1[4]

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En el Día de Acción de Gracias tenemos tendencia a concentrarnos en nuestras bendiciones y a dar gracias a Dios por Su bondad. Aunque sin duda eso es algo bueno, no es lo mejor. En lugar de solo dar gracias, es mejor vivir con agradecimiento. Independientemente de qué día es o de la situación, Dios quiere que estemos agradecidos. ¿Por qué?

1) Vivir con agradecimiento permite que Dios sepa que tenemos confianza en Él, por muy graves que sean los problemas o lo terrible que sea la situación. El agradecimiento es el otro lado de la fe.

2) Vivir con agradecimiento cambia tu semblante y actitud. En lugar de estar desanimado, difundiendo pesimismo y desesperación a dondequiera que vayas, empieza a difundir el gozo del Señor. Los mejores testigos de Cristo son los que enfrentan los padecimientos de la vida con una canción de agradecimiento en los labios.

3) Vivir con agradecimiento abre la puerta para que Dios obre. Dios detesta que nos quejemos y refunfuñemos… pero le encanta que alabemos y demos gracias. A medida que empezamos a vivir agradecidos con Dios, Él empieza a obrar, aunque sea por medio de los padecimientos más intensos y las pruebas de fe. Pablo y Silas fueron golpeados y encarcelados… y cantaron un himno de alabanza al Señor. Y cuando terminaron de cantar, el Señor sacudió la cárcel y se abrieron las puertas de la prisión. […] Dios hace milagros para nosotros cuando optamos por darle gracias y alabarlo, aunque estemos en el pozo más profundo y oscuro.

Permíteme que te exhorte como lo hago conmigo mismo. Oblígate a dar gracias por todo. Dale gracias a Dios por las montañas… y dale gracias por los valles. Él merece todo tu agradecimiento y alabanzas.  Jeff Schreve[5]

Publicado en Áncora en noviembre de 2014.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] NVI.

[2] Como lo relató Dale Carnegie en How to Win Friends and Influence People.

[3] Moments with You; libro devocional para parejas.

[4] NTV.

[5] http://www.faithtalk1500.com/devotionals/11702458.

 

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