agosto 20, 2014
«Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios» (1 Corintios 14:2)[1].
Antes de recibir el don de lenguas[2], escuché a muchas personas emplearlo. A menudo los emulaba para aparentar un mayor crecimiento de espíritu. Pero luego de una dolorosa experiencia sentimental, el Señor me enseñó a alabarle a pesar del dolor. En aquel entonces leí el libro De la prisión a la alabanza, escrito por Merlin R. Carothers, donde explica que recibió el don de lenguas junto con el bautismo del Espíritu Santo.
Cierta noche, luego de leer el libro, sentí el urgente deseo de arrodillarme a orar. Si bien oro con frecuencia, había pasado mucho tiempo desde la última vez que oré de rodillas.
Abrí mi corazón ante el Señor y me dirigí a Él como nunca antes. Lo más impresionante fue que no era yo el que hablaba. Era como si otra persona hablara a través mío. Lo que es más, las palabras que salían de mi boca me resultaban completamente ininteligibles. Era un lenguaje completamente nuevo.
Mi cuerpo estaba prostrado, pero mi espíritu se elevaba a dimensiones inalcanzables desde hacía mucho tiempo. Mientras más me expresaba de esa manera, más ligero sentía el corazón. Me encontraba un poco sorprendido, puesto que era incapaz de entender mis propias palabras. En ese momento escuché la voz del Señor: «Puede que no entiendas lo que dices, pero Yo sí lo entiendo».
Una vez concluida la experiencia, le pregunté al Señor sobre lo ocurrido. Me dijo: «Has recibido el don de lenguas. Es un idioma nuevo que te he dado para cuando no sepas cómo orar». Fue un momento trascendental en mi vida de oración. Había recibido un idioma celestial completamente nuevo.
Ello me ayudó a entender el significado de Romanos 8:26: «También el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles». Desde muy pequeño conocía ese versículo, pero no lo había entendido hasta ese momento.
En numerosas ocasiones, me he encontrado en situaciones en las que no he sabido cómo interceder de forma adecuada en oración. Sencillamente las he sobrellevado. Sin embargo, el Señor me ha enseñado que Su Espíritu puede interceder por mí y a través de mí. El idioma del Espíritu me era desconocido, pero tenía la certeza de que mi petición sería presentada de forma adecuada. En palabras que no eran mías.
Nunca olvidaré el momento en que una querida amiga nos informó que su joven hijo había intentado quitarse la vida. En ese momento su cuerpo peligraba entre la vida y la muerte. Mi familia y yo oramos por él, tanto juntos como por separado. Cierta noche, me sentía tan atribulado en espíritu por ese joven que no podía conciliar el sueño. No sabía cómo orar adecuadamente en mi propio idioma, por lo que oré en el idioma espiritual que había recibido.
Mientras oraba sentí que me llenaba de paz. Sabía que había obrado con el poder del Espíritu y no con mis propias fuerzas. Debió ser el motivo por el que al día siguiente no me sentía cansado, a pesar de no haber dormido casi nada. Tenía la certeza de que un milagro restauraría el cuerpo del joven y transformaría su espíritu.
Esa tarde recibimos noticia de que la salud del joven mejoraba rápidamente y de que se recuperaría. Unos días después hablé con él por teléfono. Estaba sumamente agradecido a Dios por Su misericordia y a todos por interceder por él en oración. A día de hoy se encuentra bien y continúa sus estudios universitarios.
¿Se encuentra el lector en una situación difícil? ¿Desconoce la mejor manera de orar? Mi sugerencia es pedirle al Señor un nuevo idioma en el que orar. Le ayudará a experimentar las maravillas de Su Espíritu que intercede por nosotros.
Traducción: Sam de la Vega y Antonia López.
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