El influjo de Su presencia

julio 10, 2014

Recopilación

«El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él»[1]. Una morada es un lugar donde alguien vive. Es decir, que ellos vendrán a vivir con nosotros, como lo expresan algunas traducciones. Lo que nos dice Jesús es que, si lo amamos, nos atendremos a Sus palabras y que el Padre nos amará, y que ellos —Jesús y el Padre, mediante la presencia del Espíritu Santo— vendrán a vivir en nosotros.

Ser cristianos productivos, según lo que enseñó Jesús, significa vivir en Jesús y permitir que Él viva en nosotros. Y cuanto más vivamos en Él, más dejemos a un lado nuestra propia naturaleza y más lugar cedamos a Su Espíritu, más lucirá Él en nosotros. Interiorizaremos Sus pensamientos, actitudes, acciones y reacciones. Cuando tomemos decisiones, serán las que Él quiera que tomemos. Adoptaremos más de Sus características, más de Su amor, bondad, mansedumbre y todos los demás frutos del Espíritu. Seremos más como Él.  Peter Amsterdam

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En la intimidad de Su presencia hay paz. «En el mundo tendréis aflicción» —dijo nuestro Maestro—, «pero en Mí hallaréis paz». Se dice que cierto insecto tiene la virtud de envolverse con una película de aire y que, revestido de ella, sale ileso cuando se deja caer en charcos de agua estancada y enlodada. El creyente también es consciente de que está revestido de la película invisible de la Divina Presencia. […] Estar en Dios es morar en una casa bien acondicionada cuando se ha desatado la tormenta; en un santuario, cuyas puertas impiden acceso al perseguidor.

En la intimidad de Su presencia hay pureza. Unasimple mirada a los picos nevados de los Alpes, vistos a distancia desde la otra orilla del lago Lemán en Ginebra, es capaz de elevar y transfigurar de tal manera el alma embelesada y nostálgica que toda maldad que pretenda inmiscuirse en la vida interior termina apabullada. ¿Qué puede hacer por mí la presencia de Dios, si adquiero un sentido perpetuo de la misma y habito a su abrigo? Ciertamente, en el foco de ese fuego, por muy carbonizado que me encuentre, ¡me conservaré puro, intenso y relumbrante!

En la intimidad de Su presencia hay poder.  Clamo, de día y de noche, pidiendo energía y poder espirituales. No el poder del intelecto o de la oratoria ni el poderío humano. Estos resultan impotentes para vencer a las huestes del mal. Dices verdaderamente que no es con ejército ni con fuerza. Sin embargo, las almas humanas que te tocan quedan imantadas, recargadas con una energía espiritual que el mundo no puede resistir ni impugnar. ¡Déjame tocarte! Permíteme vivir en contacto incesante contigo, de modo que oleadas sucesivas de energía divina fluyan sin mengua a través de mi espíritu ávido y vacío, elevándome a una vida de misión sagrada que tornará los desiertos de abajo en el jardín del Señor.  F.B.Meyer[2]

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Oí hablar de una señora cuáquera que se imponía la tarea de pasar todos los días media hora sentada en silencio sin hacer nada. Lo llamaba su lección de quietud. Ojalá pudiéramos gozar diariamente de esa media hora en la presencia de Dios. Nuestra lección de quietud sería una de las más provechosas de la jornada. «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios.»

En épocas de adversidad, practica la quietud. ¿No has oído acaso Su voz que te dice: «Este es el camino, andad por él»? Él es tu roca, y las rocas no tiemblan. Él es tu torre alta, y las torres altas no se inundan. Precisas misericordia, y Suya es la misericordia. ¡No corras de aquí para allá en pánico! Aguarda más bien en silencio, acalla tu alma, así como Él acalló los temores de Sus amigos en la víspera de Getsemaní y el Calvario. «Guarda silencio ante el Señor y espera en Él.» «Espérate […], porque no descansará hasta que concluya el asunto hoy.»  Mrs. Charles Cowman[3]

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¿Andas muy atareado? ¿Vas demasiado aprisa? ¿Es tan importante tu trabajo que no puedas detenerte a disfrutar de unos minutos de inspiración y alivio de lo alto, a fin de renovar tu alma, dar descanso a tu cuerpo y pasar unos momentos de cariño con el Señor? Si hoy te has perdido un viaje al templo de Su Espíritu, ¡no sabes lo que te pierdes! No durarás mucho. Te agotarás. Jamás lo lograrás como no te detengas un rato bajo la cúpula y levantes la vista hacia el cielo estrellado de Dios, bajo la paz y serenidad y el majestuoso movimiento de las esferas, escuchando Su música que viene de allá arriba, donde todo es perfección, orden, armonía y paz.  David Brandt Berg

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Una hora de verdadera comunión con Dios vale más que toda una vida dedicada a otra cosa.  Waterbury

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Me darás a conocer la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre.  Salmo 16:11[4]

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Empieza el día pasando un rato de comunión conmigo, y deja que ese rato y Mi presencia te acompañen a lo largo del día. Antes de iniciar la jornada, comulga conmigo en quietud y confianza. Así, en esos momentos de quietud en Mi compañía, encontrarás fuerzas, paz, poder, amor y ungimiento para el día.  Jesús hablando en profecía

Publicado en Áncora en julio de 2014. Traducción: Gabriel García V. y Antonia López.


[1] Juan 14:23

[2] Tomado de «In the Secret of His Presence»: http://articles.ochristian.com/article11791.shtml

[3] Manantiales en el desierto, vol. II, Unilit

[4] NBLH.

 

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