agosto 11, 2014
Confía en el SEÑOR de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él allanará tus sendas. Proverbios 3:5-6[1]
Para la mayoría de nosotros, puede ser una tentación o tendencia enfrascarnos en discusiones de problemas o preocuparnos por ellos en vez de ponerlos en manos del Señor. Yo creo que por lo general respondemos de esa manera sin querer; lo que pasa es que nos olvidamos de orar porque no hemos convertido la oración en una costumbre bien arraigada.
A mí me parece que una de las expresiones más importantes que podríamos añadir a nuestro vocabulario y que deberíamos emplear con frecuencia sería: «¿Qué tal si oramos?» Tenemos que «exhortarnos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice hoy», y «considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras»[2].
El secreto para tener una actitud de oración y vivir siempre en oración consiste simplemente en adquirir la costumbre. En realidad no tiene nada de místico ni misterioso; se trata solo de orar constantemente y persistir en ello, de ser fieles en «reconocer al Señor en todos nuestros caminos»[3]. Hasta cuando nos reunimos a charlar o hablar de un problema, ¿por qué no pedirle al Señor que bendiga esos momentos y los ocupe con lo que Él quiera? Si ya sabemos en concreto lo que queremos hacer, como mínimo podemos pedirle al Señor que lo bendiga. Si hay problemas, podemos pedirle al Señor que nos dé la solución.
Casi todos nos acordamos de orar antes de dormirnos por la noche, y también cuando nos despertamos o antes de comer. Sin embargo, para que la oración sea un verdadero hábito, es necesario esforzarse por incorporar la oración en todos los aspectos de la vida.
Tenemos que adquirir la costumbre de orar. Y para adquirir cualquier costumbre, hay que esforzarse durante un tiempo. Por lo general uno se olvida bastantes veces, y otras se acuerda. Y llega un momento en que comienza a acordarse más veces de las que se olvida. La oración es como cualquier otra costumbre que se desee adquirir. También hace falta pedirle al Señor que nos ayude a adquirir la costumbre con la mayor brevedad posible. Tenemos que hacer un esfuerzo.
Normalmente tenemos nuestros planes, y puede que sean bastante buenos. Pero ¿qué pasa si el Señor quiere alterarlos? Si no oramos, es posible que no hagamos lo que el Señor quiere. Quizás un día en particular Él quiera hacer las cosas de otra manera, y no podrá indicárnoslo, si no tenemos nosotros la costumbre de preguntarle y escuchar lo que Él nos dice.
Debemos aprender a orar por todo. Por esa razón, debemos orar sin cesar[4]. Tenemos que esforzarnos por adquirir la costumbre de orar por lo que normalmente no oramos. El Señor quiere que lo reconozcamos en todos los aspectos de nuestra vida: «Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas»[5].
Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos. Efesios 6:18[6]
Cuando enfrentamos un problema muy grave o una situación de emergencia y debemos orar con toda el alma al respecto y no dejar de hacerlo, en esos casos no siempre podemos olvidar todo nuestro trabajo y quedarnos sin hacer otra cosa que orar. Primero oramos fervientemente y ponemos la situación en manos del Señor; y a partir de ahí a menudo tenemos que orar sobre la marcha, teniendo el asunto siempre presente. Y cuando tengamos un momentito entre dos tareas, cuando no estemos concentrados en otra cosa, podemos aprovecharlo para pedirle una vez más al Señor que nos ayude y libre de lo que sea.
Es posible tener una actitud constante de oración, «orar sin cesar», tener siempre esa mentalidad, sea lo que sea que hagamos. Podemos seguir orando por la situación de emergencia cada vez que nos acordemos, pero también debemos continuar nuestro trabajo. Tenemos que «hacer las obras del que nos envió entre tanto que el día dura, porque la noche viene, cuando nadie puede trabajar»[7].
Yo soy el SEÑOR, Dios de toda la humanidad. ¿Hay algo imposible para Mí? Jeremías 32:27[8]
Para que Dios haga un milagro, hace falta una situación imposible, así que las imposibilidades son un reto para nuestra fe, puesto que nos hacen ver que sin el Señor nada podemos hacer[9]. Quiere que le demos la honra a Él, que veamos que Él es todopoderoso, que puede hacer lo que quiera y cualquier cosa que desee, sean cuales sean las circunstancias. Otra cosa es que permite que se den esas situaciones para que acudamos a Él con afán y para obligarnos a depender de Él.
No debemos quejarnos cuando se nos presenta una imposibilidad, no debemos lamentarnos ni pensar: «Oh, no. Qué problema. Y ahora ¿qué vamos a hacer?» Tenemos que aceptarlo como una magnífica ocasión de estar ilusionadamente a la expectativa de las soluciones de Dios, de esperar con fe que Dios haga algo, porque es emocionante ver a Dios en acción.
Cuanto más imposible la situación, más milagros hace Dios, y más fe tenemos la siguiente vez. Cada vez que el Señor logra la victoria y hace un milagro, aumenta nuestra fe para la próxima imposibilidad. Nuestra fe va aumentando, de tal modo que cada vez nos hace más ilusión vernos en esas situaciones en que tenemos que decir: «¿Qué hará el Señor esta vez?» La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios[10]. En cada uno de esos casos, desde luego debemos aferrarnos bien fuerte al Señor y Su Palabra, y así va aumentando nuestra fe. Así que, ¡alabado sea el Señor, por Sus maravillosas victorias!
Busquen al SEÑOR y Su fortaleza; busquen Su rostro continuamente. 1 Crónicas 16:11[11]
Algo de lo que se vale el Señor para acostumbrarnos a orar constantemente es enseñarnos a orar por las pequeñeces, porque si solo oramos por las cosas grandes, resulta que éstas generalmente no se presentan muy a menudo, o por lo menos no lo suficiente para hacernos adquirir el hábito de orar. En cambio, siempre hay abundancia de detallitos, y si adquirimos la costumbre de orar por las cositas que surgen, adquiriremos automáticamente la costumbre de orar por todo, sea poco o muy importante.
Otro motivo por el que debemos ser diligentes y orar por las pequeñeces es que con ello le indicamos al Señor que deseamos que Él participe en todos los aspectos de nuestra vida, en vez de acudir a Él únicamente cuando surge algo importante.
Mientras buscó al SEÑOR, Dios le prosperó. 2 Crónicas 26:5[12]
Es tremendo ver cómo el Señor puede tomar algo que nos parece difícil y confuso, y revelarnos lo claro y sencillo que puede ser cuando Él nos habla y nos abre los ojos. Muchísimas veces sucede que algo parece muy difícil y complicado, y no conseguimos dar con ninguna solución, todo parece increíblemente complejo; pero cuando recurrimos al Señor y lo buscamos con toda el alma, Él nos da una solución sencillísima. Nos quedamos asombrados y pensamos: «¿Cómo es que no se me ocurrió a mí? Claro. Tenía que haberme dado cuenta. ¡Qué tonta!»
Con Él, hasta los asuntos más difíciles y complejos de pronto se pueden volver sencillos y claros. Gloria al Señor.
Artículo publicado por primera vez en 1990. Texto adaptado y publicado de nuevo en agosto de 2014. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] NVI.
[2] Hebreos 3:13; 10:24.
[3] Proverbios 3:6.
[4] 1 Tesalonicenses 5:17.
[5] Proverbios 3:6.
[6] NVI.
[7] Juan 9:4.
[8] NVI.
[9] Juan 15:5.
[10] Romanos 10:17.
[11] NBLH.
[12] NBLH.
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