agosto 5, 2014
Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor. Oseas 2:19-20[1]
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La Biblia expresa bastante la relación de Dios con nosotros —como Padre, esposo, amigo— y todo eso se encuentra desde Génesis hasta el Apocalipsis. Cuando Adán y Eva le dan la espalda a Dios en el Edén y se rebelan contra Él, de inmediato vemos la pauta que se marca para el resto de los tiempos, pues la respuesta de Dios no fue: «¿Qué has hecho?», sino «¿Dónde estás?»[2] Y en el resto de la Historia, Dios nos conquista de nuevo, paga Él mismo el precio, hace posible que estemos con Él. Es una magnífica historia de amor, la aventura colosal de un amante que va en busca de Su esposa, Dios mismo corteja y busca a la humanidad. En la Palabra de Dios estamos inundados de una realidad impresionante, por Su llamado a que tengamos una relación con Él. Andy Bannister y Tanya Walker[3]
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¿Cómo sabes que Dios te ama? Te da muchas pruebas: Dios dice que te ama; nunca te pierde de vista; le interesa cada detalle de tu vida; te dio la capacidad de disfrutar de toda clase de placeres; tiene buenos planes para tu vida; te perdona; te tiene paciencia cariñosamente. Dios te ama de un modo infinito, más de lo que puedes imaginar.
La mayor expresión de todo eso es el sacrificio que el Hijo de Dios hizo por ti. «Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros». Si quieres saber cuánto le importas a Dios, mira a Cristo con los brazos extendidos sobre la cruz, que te dice: «¡Esta es la magnitud de Mi amor por ti! Prefiero morir que vivir sin ti».
Dios no es un cruel negrero o un matón que se vale de la fuerza bruta y con ella nos obliga a someternos. No trata de subyugarnos; más bien, nos corteja para que nos ofrezcamos a Él de buen grado. Dios es un amante y un liberador; y entregarnos a Él nos da libertad, no esclavitud. Cuando nos entregamos totalmente a Jesús, descubrimos que Él no es un tirano, sino un salvador; no es un jefe, sino un hermano; no es un dictador, sino un amigo. Rick Warren[4]
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Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Romanos 7:4[5]
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No debería extrañarnos que se llame a Sí mismo nuestro amante, pues en Su Palabra llama a la Iglesia —a nosotros y a todos los que están vinculados con Él por la salvación—, Su Esposa. Y lo lógico es que esposo y esposa, marido y mujer, sean amantes. Quiere que lo amemos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas nuestras fuerzas. Con todo nuestro ser. Si lo amamos así, no lo veremos simplemente como un amigo, sino también como un amante. Quiere que lo deseemos con ansia, que estemos ávidos de Su Palabra, de Su Amor, de oír Su voz. Quiere que lo deseemos intensamente, que sintamos una necesidad acuciante de estar con Él y de comunicarnos con Él. María Fontaine
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Tu marido es tu Creador, y Su nombre es el Señor de los ejércitos; tu Redentor es el Santo de Israel, y Su nombre es el Dios de toda la tierra. Isaías 54:5[6]
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Dios ha levantado a Su iglesia, una esposa, rebosante de energía e intenso amor por su Esposo: un cuerpo vivo, vibrante, cálido, enérgico, hermoso, que responde rápida, fervientemente y con vehemencia a Su más leve llamado ¡y que queda cautivada con Su amor! Ella es fuerte para concebirle muchos hijos a Él tras haberse llenado de la simiente de Su Palabra. David Brandt Berg
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Jesús revela a un Dios que es amor. Por nuestra cuenta, ¿alguno de nosotros habría ideado a un Dios que ama y desea ser amado? Los que han sido educados en una tradición cristiana quizá no capten el impacto del mensaje de Jesús, pero en realidad el amor nunca ha sido una forma normal de describir lo que sucede entre los seres humanos y su Dios. […] Aristóteles dijo sin rodeos: «Sería excéntrico que alguien afirmara que ama a Zeus»; o que Zeus amara a un ser humano, en realidad. En deslumbrante contraste, la Biblia cristiana afirma: «Dios esamor», y menciona al amor como la razón principal de que Jesús viniera a la Tierra: «Así manifestó Dios Su amor entre nosotros: en que envió a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él». Soren Kierkegaard escribió: «El ave en la rama, el lirio en la pradera, el ciervo en el bosque, el pez en el mar, y un sinnúmero de personas alegres cantan: ¡Dios es amor! Sin embargo, debajo de todas esas voces de soprano, como si fuera la nota sostenida del bajo, resuena el de profundis de los sacrificados: Dios es amor». Los propios relatos de Jesús acerca del amor de Dios expresan una característica casi de desesperación. En Lucas 15 nos habla de una mujer que busca toda la noche hasta que encuentra una valiosa moneda que había perdido y de un pastor que busca en la oscuridad hasta que encuentra la oveja que se había extraviado. Esas dos parábolas terminan con una fiesta celestial llena de júbilo, que empieza al recibir la noticia de que otro pecador ha regresado a casa.
En pocas palabras, la Biblia —desde Génesis 3 hasta Apocalipsis 22—, nos narra la historia de un Dios deseoso de que su familia regrese. Dios dio el golpe decisivo de reconciliación cuando envió a Su Hijo al largo viaje hasta el planeta Tierra. La última escena de la Biblia, como la parábola del hijo perdido, concluye con júbilo al tener a la familia otra vez reunida. En otra parte, los evangelios comentan hasta dónde llegó el amor de Dios para llevar a cabo el plan de rescate por amor. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio en propiciación por nuestros pecados. Nadie tiene amor mayor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito [...] Jesús encarna la promesa de un Dios que está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para reconquistarnos. No es el menor de los logros de Jesús el que nos hiciera hasta cierto punto encantadores para Dios. Philip Yancey[7]
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En esta Tierra, el mayor bien es Dios. Punto. El objetivo que persigue Dios para nosotros es Él mismo.
Las buenas nuevas —de hecho, las mejores noticias del mundo— es que puedes tener a Dios mismo. ¿Crees que Dios es lo mejor que te puede pasar? […] Las mejores cosas de la vida son regalos de Aquel que nos ama incondicionalmente. Sin embargo, la pregunta importante que debemos hacernos es esta: ¿Estamos enamorados de Dios o solo de Sus cosas? Imagínate lo mal que te sentirías si un hijo tuyo te dijera: «La verdad es que no te amo ni quiero tu amor, pero sí quiero la cantidad de dinero que me das cada mes». A la inversa, qué regalo tan hermoso es que la persona que amas te mire a los ojos y te diga: «Te amo. No amo tu belleza, tu dinero, tu familia ni tu coche. Solo te amo a ti».
Nuestro amor por Él siempre proviene de Su amor por nosotros. ¿Amas a Dios que lo es todo, o solo amas todo lo que te da? ¿De verdad crees de todo corazón que Dios te ama de manera individual, personal y estrechamente? ¿Lo ves y conoces como Abba, Padre? Francis Chan[8]
Publicado en Áncora en agosto de 2014. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] LBLA.
[2] Génesis 3:9.
[3] Islam in Context (Grand Rapids, MI: Baker, 2003).
[4] The Purpose Driven Life (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002), 78–79.
[5] RV 1995.
[6] RVC.
[7] The Jesus I Never Knew (Grand Rapids, MI: Zondervan), 267–268.
[8] Crazy Love (Colorado Springs, CO: David C. Cook, 2013), 64.
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